El kéfir es un producto lácteo fermentado y cremoso que se ha consume en Rusia y muchos países del este de Europa desde hace siglos. Recientemente se han popularizado mucho unas versiones modernizadas del kéfir, en especial en Norteamérica, Europa, Reino Unido y Australia, gracias a su sabor refrescante y a su contenido de probióticos. La FAO ha definido los probióticos como microorganismos vivos que, administrados en cantidades suficientes, aportan un beneficio para la salud del hospedador. Empezó como nicho limitado, pero ahora puede encontrarse en muchas cadenas de supermercados. Y la historia del kéfir no termina ahí. Estamos empezando a ver un interés creciente por el kéfir en muchos otros países, desde Escandinavia hasta el sudeste asiático.
Perfil organoléptico fresco y delicioso
Tradicionalmente, el kéfir se consume tal cual y durante todo el día en las comidas y tiene un sabor ligeramente ácido y vivaz, gracias una combinación de cultivos y levadura. Las versiones modernas tienen un perfil organoléptico más fresco, suave, limpio y ligeramente chispeante, lo que lo convierte en una alternativa refrescante al yogur líquido. Es delicioso en versiones simples y también resulta adecuado como base para frutos del bosque y aromas a cítricos.